Forever Maná: La banda vuelve a salir de gira… y tiene mucho que decir
La calle que lleva al hotel boutique Luna Líquida, en los cerros cuesta arriba del Centro de Puerto Vallarta, es empinada y empedrada y termina en un modesto portón de reja pintado azul celeste, con el número del inmueble – 409 – primorosamente inscrito en una teja amarilla incrustada en la pared.
Es el tipo de lugar al que se llega solo si uno lo está buscando. Así lo imaginó Fher Olvera, la voz principal de Maná, cuando lo compró en 1994, después de que la banda tuvo su primer gran éxito, y él finalmente pudo pagar la casa de sus sueños: una propiedad rústica en los cerros, con vista al Pacífico.
“Cuando compré la casita, pregunté al agente que si tenía plusvalía, y me dijo: ‘Pero, ¿para qué la quieres?’”, me relata Olvera mientras me lleva hasta la terraza de Luna Líquida, desde donde se ve el mar por encima de la torre de la catedral y los techos de teja anaranjados del viejo Puerto Vallarta. “Le dije que para hacer canciones. Me preguntó: ‘¿Cuántas?’ Yo le dije: ‘Desde aquí, como se ve, por lo menos un disco’. Entonces me dijo: ‘Cómprala’”.
Han pasado exactamente 30 años desde que Maná debutó en los charts de Billboard, en enero de 1994, con Dónde Jugarán los Niños, un álbum que revolucionó lo que se conocía como rock en español, compuesto de canciones de amor y despecho cuidadosamente labradas al ritmo de rock y reggae. Alcanzó el puesto No. 2 en la lista Top Latin Albums.
A raíz de ese éxito, Olvera compró su casa, y ahí se encerraron los Maná — él con el baterista Alex González, el guitarrista Sergio Vallín y el bajista Juan Calleros — a escribir los álbumes que los consolidarían como el grupo de rock en español de más éxito en el mundo.
“En esta habitación nacieron muchas canciones de Maná desde el primer álbum”, dice Olvera. Estamos en un cuarto soleado de pisos de baldosa y vigas de madera, con las paredes y techo pintados de azul claro y largas cortinas de gaza transparente. Olvera, quien hoy viene vestido de pantalones de lino blanco, sandalias y camisa negra — y un collar de plata con un prominente dije de tortuga, su animal preferido — vivió aquí antes de comprar la propiedad de al lado y convertirla en este pequeño hotel con solo 17 cuartos y miles de historias.
“Aquí yo habré terminado ‘Vivir sin aire’, ‘Cómo te deseo’, varias canciones. Luego en el siguiente disco, Cuando los Ángeles Lloran (1995), hay unas campanas grabadas que son las de la catedral del pueblo. El siguiente disco, Sueños Líquidos (1997), sí hace mucha referencia a lo que es Vallarta. De hecho, la portada es una sirena con cuatro brazos, el mar de Vallarta. En ese cuarto se hizo toda la música en nuestras pequeñas grabadorcitas. Estábamos todos los cuatro por todos lados, unos tenían que dormir en cama doble. Contratamos una chava que nos cocinara, y nuestra rutina era estar muy temprano tomando café y luego muy tarde tomando vino tinto. Luego los miércoles parábamos y nos íbamos a un antro llamado El Cactus donde las mujeres entraban gratis. Entonces se ponía, imagínate, de poca madre”.
Estamos hablando con Olvera en su primera entrevista en este lugar en casi 30 años, a días de llevar su gira México Lindo y Querido a Latinoamérica, donde la banda tocará por primera vez en ocho años. En total, serán 16 fechas, empezando en Asunción, Paraguay, el 16 de febrero e incluyendo cinco arenas Movistar en Buenos Aires y el Festival Viña del Mar en Chile. Luego, serán headliners del Bottlerock Festival en Napa Valley junto a Pearl Jam, Stevie Nicks y Ed Sheeran, antes de seguir a España para 11 fechas adicionales y dar el primer concierto de su historia en Londres, en la OVO Arena.
“Para mí es un sueño tocar en Londres”, dice Olvera. “Desde que estaba plebito, de 12 años, 14, que veía a los Beatles y a los Rolling Stones y decía, ‘guao’”.
Lo que era admiración, ahora es, de alguna manera, entendimiento. Igual que los Rolling Stones en el mercado en inglés, Maná ha conservado su integridad, su nivel de producción y su régimen de conciertos casi intacto a través de las décadas y los cambios en la industria. En el 2023, Maná tocó más de 55 conciertos, incluyendo 16 como parte de su residencia en Los Ángeles, donde vendieron sobre 220.000 boletos. Si no aparecen en los charts de giras, es porque no quieren; Maná no reporta sus números de ventas, algo que va acorde con su filosofía de valorar lo artístico por encima de lo monetario.
“Se siente increíble que la banda sigue siendo tan relevante después de tantas décadas”, dice González. “Uno, por los temas tan buenos que ha hecho Maná, tanto en música como en letra. Por otro lado la manera como Maná toca en vivo. Y luego la tercera, y la más importante, es que nuestra música se ha ido pasando de familia a familia, de hermanos a abuelos, de papás a hijos”, puntualiza el baterista.
“Más que representantes de la cultura latina, creo que somos uno de los tantos colores que tenemos los latinos y que a través de nuestra música, la gente se siente identificada en muchos sentidos”, agrega Vallín. Calleros, en tanto, destaca la emoción que siguen produciendo sus giras: “Cada concierto es diferente”.
En términos concretos, “La conexión y alcance de Maná es innegable”, dice Jared Braverman, svp de giras globales de Live Nation. “El compromiso total de la banda a su música, sus historias y sus pasiones han hecho que lleguen a muchas generaciones y que tengan una influencia que no pasa”.
En cuanto a grabaciones, Maná es el grupo de rock con más éxitos en Hot Latin Songs (33) y más No. 1 (10); es el grupo de rock con más álbumes en Top Latin Albums (15) y más No. 1 (8); y es la banda latina, de cualquier género, con más No. 1 (8) en Latin Pop Albums.
“Con su música nos hemos enamorado, curado corazones rotos, y celebrado nuestra cultura latina”, dice Alejandro Duque, presidente de Warner Music Latin America. “No hay otro Maná y no lo habrá. Es una banda que ha puesto la música de Latinoamérica en lo más alto a nivel mundial”.
El pasado noviembre, el grupo logró su primer No. 1 en el chart Regional Mexican Airplay con su nueva versión de “Amor clandestino” junto a Edén Muñoz. El tema será parte de un álbum de sus grandes hits reimaginados como duetos con feeling mexicano, que el grupo está por sacar este año. Incluye sencillos que se vienen lanzando desde el 2019, entre ellos “Rayando el sol” con Pablo Alborán y “Te lloré un río”, con Christian Nodal.
Quedan por salir otras colaboraciones antes de que, por fin, Maná lance un álbum con material nuevo, que sería su primero desde el 2015.
“No me regañes, no me presiones”, dice Olvera con humor cuando le pregunto por nueva música. “Hemos tenido la suerte, porque así lo pedimos desde el principio, de sacar los discos cuando ya estuvieran hechos. ¿Menos lana? Sí, es menos lana. No es disco por año”.
La actitud refleja la filosofía de vida de Maná y sus cuatro integrantes, quienes siguen juntos “como hermanitos”, alcanzando cifras de reggaetón a ritmo del rock.
Hablamos con Olvera sobre lo que viene para Maná, el secreto de su éxito, y lo que realmente piensa sobre el reggaetón y la nueva música mexicana.
Tú soñabas con tener una casa con vista al mar. ¿Y esta fue la casa?
Fue mi primera casita que me compré cuando tuve dinerito. Nosotros veníamos de familias sin lana. Cuando pude compré una casita chiquita, rústica. Luego se hizo más grande el hotelito con vista al mar, a la catedral, a los techos de teja y a toda la Bahía de Banderas aquí en Puerto Vallarta.
Acá escribieron o se inspiraron algunas de sus canciones más icónicas, incluyendo “En el muelle de San Blas”.
Hay una historia muy interesante en este cuarto. Fuimos a una fiesta en un antro de esos que acaban muy tarde. Salimos como a las siete de la mañana del lugar y, típico mexicano, para bajártela fuimos a una taquería a comer tacos al pastor. Estaba con mis cuates de aquí, y me dice uno: “Esa señora que va caminando por la banqueta le dicen La Loca del Muelle, porque todos los domingos se viste de blanco como novia para esperar a su prometido”. Entonces yo salgo con ella y le pregunto: “¿Y, a qué va?” “A esperar a mi novio, mi prometido”. “¿Y de dónde viene?” “Del norte, del norte, en barco”. “¿Y cuándo va a venir?” “Mañana. Hace muchos años no viene, pero ahora sí mañana”. Y ya no me quiso hacer caso y siguió barriendo y se fue. Cuando llegué a casa aquí a este cuarto a las 8 de la mañana, agarro un lápiz y escribo en la pared: “Ella lo esperó en el muelle hasta que sus ojos se le llenaron de amaneceres, y el cabello como la espuma del mar”, blanco. Cada vez que salía por la puerta, veía lo que escribí y decía, “tengo que hacer una canción de esa historia”. Y cuando yo intenté encontrarla en los tacos [otro día], ya más nunca la volvía a ver. Lo que sí me enteré es que no había carreteras en esa época y mucha gente llegaba por barco. Entonces probablemente sí fue cierto todo lo que me dijo. Y el Muelle de San Blas, porque San Blas no es aquí, fue porque no cabía “Puerto Vallarta” en la métrica de la canción.
¿Qué más historias guarda este cuarto?
Un chorro de historia. Si esta cama hablara… (Risas). Una vez estaba yo con una novia, estábamos ya con las velitas y todo, romanticones, y — te lo juro que es cierto — el techo es de teja, y cae algo y se empieza a mover, y era una víbora. Y, ¡aaaaaah!, corrimos. Tuvo que venir un cuate que supiera de víboras a agarrarla.
Volviendo al presente, ¿en qué momento de tu vida estás?
Estoy en un momentazo. Estoy muy entero. Muy entero de la voz. Anímicamente sufrí un poquito de crisis, tuve un poco de depresión. Yo tuve muchos golpes seguidos después que murió mi papá cuando era chavito; después muere otra hermana, hace ya unos 20 años; luego se muere en el 2010 mi mamá y mi hermana, juntas. Me vi casi solo con mi [última] hermana; éramos seis y quedamos dos. Entonces, sí me entró un poquito de freak. Sumado a eso tuve algunas relaciones complicadas y no andábamos con un buen management. Pero, gracias al cielo, ya estoy bastante bien. Ya no estoy medicado, y ya no más tengo que cuidar de poder seguir meditando, de no excederme en el estrés y confiar en el nuevo management que tenemos con Jason Garner y mi hermana Lourdes. Son un Ferrari.
Maná siempre fue una banda que cantó solamente en español. ¿Hoy que la música en español es global, se sienten vindicados de alguna forma?
La verdad sí. Nos sentimos bien, nos sentimos orgullosos que como mexicanos, como latinoamericanos, dijimos vamos a hacerlo en español y en español somos más jefes que en inglés. Y la verdad también se ha formado una cultura a través de esto, hablando sobre los derechos de los migrantes, los derechos de la gente en Estados Unidos. Eso nos ha dado una credibilidad y una consistencia, y tenemos licencia para hablar de todo esto porque desde el principio no traicionamos nuestro lenguaje, sino que nos mantuvimos en español.
Durar juntos como banda por más de 30 años es casi que un milagro. ¿Cuál es el secreto?
Una, que seguimos siendo muy buenos amigos, porque esto es muy difícil. Es como un matrimonio, y somos verdaderamente como hermanos. Y la segunda, que no hayamos caído en las garras de las drogas, el alcohol, del ego, que a muchos artistas les pasa, porque la gente no aguanta tantos aplausos encima en un par de hombros. Es que es muy complicado.
¿Y cómo manejaron esos retos? ¿Es algo que discutieron de antemano como banda?
No. Si no, todo el mundo lo decretaría. Creo que hemos sido bendecidos porque somos gente que amamos la música y amamos lo que nos gusta hacer, y lo entregamos con mucho corazón a la gente. Por otro lado, el ascenso de Maná fue lento y pudimos entender de qué se trataba y no pasamos de un día a otro del hotel de una estrella y al hotel de cinco estrellas y avión privado. No. Eso fue muy poco a poquito y seguimos en eso. Yo te puedo decir que Sergio sigue de repente andando en autobús porque no hay vuelo de aquí a Aguas Calientes. Yo acabo de ir a ver a U2 a Las Vegas, y me fui en vuelo comercial. Somos bastante normales.
De hecho, una de las cosas que no sé si la gente sabe es que al precio de los boletos de las giras le ponen un cap.
Sí. Es de las cosas que nos gustan. Queremos que la gente tenga accesibilidad a los precios. Tenemos boletos desde 35 [dólares], como si fuera un cine. Ya si quieres pasar una botellita escondida, it’s up to you. (Risas)
En todos estos años, ¿cuál es la lección más grande que has aprendido?
Primero, vamos a definir el éxito. Éxito es poder vivir de lo que te gusta. Si eres agricultor, o eres pianista, o trabajas como arquitecto y diseñas, si tú eres feliz en eso, ya la armaste. No tienes ni siquiera que ser el superestrella. Entonces, lo que nos ha dado todo esto de enseñanza es, primero, que la amistad que hemos hecho vale muchísimo. Y saber también que puedes controlar el ego, que tiene riendas como un caballo. Y le dices: “Espérate cabrón, ya te estás pasando de lanza”.
¿Cómo lo controlas?
Yo personalmente medito y digo: “A ver Fher, ¿qué has hecho mal? Has estado tratando muy fuerte a fulano, mengano y perengano. Necesitas relajarte más en esta parte y dejar que la gente haga su chamba”, porque yo soy muy perfeccionista y ya quiero hacer todo. No podemos estar diciendo que nosotros somos la banda más importante del rock en español; todas esas cosas ya nos vienen a molestar. Queremos verdaderamente sentirnos solo que somos músicos y que entregamos esto.
La verdad es que Maná puede vivir de su catálogo y no necesita salir más de gira. ¿Por qué lo hacen?
Seguimos amando salir al escenario. Salimos como si México o cualquier país estuviera jugando el Mundial contra otro equipo. Cada concierto salimos a darle todo. Todo, todo, todo. No dejamos nada en el asador. Yo todavía, cuando está el telón en frente de nosotros, le digo a Sergio, “tócame el corazón”. Y es tuc-tuc-tuc. Y Maná es una banda que le gusta mucho conectar con los fans. La gente es como un quinto Maná.
Es la primera vez que tocan en Latinoamérica en ocho años…
Y además volver a España. Para la producción, contratamos gente de fuera — gente de Bélgica, de Argentina, México, de Estados Unidos — para que nos hagan toda una producción sabrosa, bonita, pero que la música sea la parte más importante. Disfrutamos enormemente la parte de la isla, que ponen un escenario en medio del público. Para la gente que no tiene plata para pagar los conciertos caros, hacemos la cosa un poco más democrática.
¿Por qué se llama esta gira México Lindo y Querido?
Tenemos desde que empezó la banda un amor a la cultura mexicana. Esa parte de México que es bien mágica. Hay tanta alegría; es algo que decía Guillermo el Toro, que hasta de la muerte hacemos fiesta. México tiene muchas cosas. Las canciones por ejemplo de José Alfredo Jiménez, la de “El Rey”, toda esa cultura de música ranchera narra mucho todo lo que sucedió en México. El mexicano también es melancólico, somos dolidones de corazón. José Alfredo decía: “Naces llorando y llorando te mueres”. Y esa cultura se ha impregnado en las letras de Mana: “Te lloré un río, ahora llórame un mar”.
¿Tú ves a Maná como una banda mexicana de rock?
Por ahí va. Una banda mexicana de rock, rock pop o como lo quieras llamar. Hay muchas fusiones […] Alex es cubano. Es como una música mestiza, Maná. El sábado pasado, estaba viendo a Carlos Santana, y es lo mismo. Muchos dicen no es rock, sí es rock. Alguna vez, algunas bandas nos quisieron un poquito como despreciar diciendo que no era rock. A Alex le molestaba cantidades.
¿A ti te molestaba?
La respuesta que yo di en una de esas ruedas de prensa fue: “Tienen razón. NO somos una banda de rock”. Si no, no hubiéramos hecho “Mariposa traicionera” o “Te lloré un río”. Pero somos más que una banda de rock, porque rompimos las paredes del rocanrol y fuimos más lejos. Eso de rock, no rock, es puro blablablá. Pura caca de toro. Eres música. Y Alex también al final dijo: “Ahí sí. Ya”.
México Lindo y Querido es una gira grande. Complicada de llevar de viaje…
La mismita. Se manda desde antes la carga [a Suramérica]. Unos van por barco, otros volando. Se trata de llevar la puesta en escena de Estados unidos. Para nosotros no hay una producción A y B. Muchos artistas anglos, sobre todo, van a Latinoamérica y la llevan recortada. Nosotros la llevamos completita y la lista no corta música. Y si la gente nos va pidiendo más música, seguimos tocando.
Ustedes por muchos años han hablado en pro de los derechos de los inmigrantes, y durante esta gira donaron a muchas organizaciones que trabajan con migrantes. ¿Cuál es su posición?
Más que una posición política es una posición humanitaria. Cuando estuvimos con Obama en la Casa Blanca, no es que estábamos apoyando a los demócratas. Estábamos apoyando a la gente que trabaja, que pone el pan sobre la mesa de los americanos. El presidente Obama lo entendió perfectamente que así era. No estábamos por republicanos o demócratas, sino por la gente. Por el derecho humano. Estados Unidos [se ha beneficiado] gracias a los trabajadores latinos mexicanos que han estado ahí dándole.
Estamos en Puerto Vallarta, que tiene muchos lazos con la Fundación Selva Negra que Maná creó en 1996 a beneficio del medio ambiente. Las playas donde tienes las tortugas por las cuales Selva Negra es tan conocida están por acá cerca, ¿verdad?
Están hacia Nayarit, en una playa grande que se llama Platanitos. El gobierno tiene una reserva que es intocable, y nos aliamos con ellos para cuidar las tortugas en un área grandísima. En Platanitos tenemos una estación de conservación donde están los biólogos y la gente que cuida de las tortuguitas. El año pasado liberamos al mar casi un millón de tortuguitas, el récord que tenemos. En esto llevamos desde el 94, o sea que ahí en el mar hay muchas hijas mías. Y también tenemos un vivero en Jalisco, donde sembramos muchos árboles y los vendemos al gobierno, que nos los pagan en nada, pero es para salir tablas. Ya han sido cientos de miles de árboles.
¿Sientes que ahora más que nunca el artista tiene una responsabilidad de justicia social?
Yo creo que cuando al artista le nace del corazón hacerlo, está ok. Si no tiene ese sentimiento dentro de él, no es obligación hacerlo. El artista está obligado a hacer buen arte. Su obligación es dar lo mejor de sí en las canciones, en las letras, en los arreglos, en todo lo que compone un tema. Ahora, si le nace hablar o de derechos de la mujer, o derechos de los humanos de educación, derechos de salud, de medio ambiente, de lo que quieran, pues tanto mejor, yo digo, porque la música es un arma poderosísima donde los jóvenes sí escuchan. Y yo creo que mucha de la gente se ha inspirado en Maná para proteger el medio ambiente o pensar globalmente y actuar localmente.
¿Te emociona que gente de una nueva generación, como Christian Nodal o Edén Muñoz, quiera cantar tus canciones en tu álbum de duetos?
Es como que están haciéndole un honor a las canciones de Maná después que ellos ni habían nacido cuando las canciones nacieron. Está “Eres mi religión” con Joy, “Rayando el Sol” quedó muy bonita con Pablo Alborán, “Clandestino” con Edén Muñoz más tirando a lo mexicano. Christian Nodal me parece un chico muy auténtico, buen cantante que canta de corazón. Y supimos que le gustaba mucho Maná. Entonces en este disco de duetos que está más enfocado a lo mexicano, invitamos a Christian [en “Te lloré un río”] y quedó tan bonita la canción, porque se le metió instrumentación mexicana en una fusión que hizo el Sergio Vallín con Christian.
Son todas letras evocativas. Has dicho en otras entrevistas que no eres fan de las letras del reggaetón…
Son letras muy violentas y muy repetitivas, y a veces incluso con cierta falta de respeto a la mujer. Ese es mi feeling. Yo creo que se te están acabando los recursos literarios si recurres a ese tipo de letra para poder sacar tu canción. Lo respeto mucho [al género], pero la letra no es una letra que me atraiga. La mayoría son bastantes vacías, bastante simplonas, y no se ve que haya un trabajo, sino que lo que quieren hacer es vender la canción fácil. Ese es mi punto de vista. Otros harán mejores letras en reggaetón, pero creo que la mayoría sí son letras bastante pobres. No sé qué vaya a pasar, si en muchos años sigan escuchándose esas canciones. Pero probablemente no, porque no tienen mucha riqueza literaria.
Creo que ha habido mucha presión de la industria misma para que los artistas saquen mucha música y muy rápidamente. Pero siento que ahora mismo estamos yendo en una dirección de canciones más melódicas y trabajadas. ¿Lo sientes así?
Creo que hay un punto que la gente ya se va a cansar. Pero bueno, el gusto musical es de cada quien. A veces digo, bueno, qué bien que hay reggaetón y que Maná suene diferente. Ahora, que a mí no me guste, o me guste un poquito el reggaetón… quizás para bailar. El que sí de plano no lo puedo escuchar mucho es a Bad Bunny, y de veras lo respeto. Ha llegado a lugares donde nadie ha llegado de los latinos y eso tiene un mérito, por un lado. Pero no por eso te va a tener que gustar. Que le vaya de madre a todo el mundo, pero hace falta que vaya cambiando esa tendencia. Tú imagínate si le vas a hacer una carta a una chava, pues no le vas a poner todas esas barbaridades. ¿Dónde quedó la parte romántica que todas las mujeres tienen, güey, o el mismo hombre?
¿Qué piensas de la nueva ola de música mexicana?
Mira, ahí sí está interesante. Por ejemplo, la manera que tocan las guitarras y los bajos, como la entrelazan, todo está muy bien puesto. Y de repente agarran unos compases que no son cuatro cuartos sino tres cuartos. Le meten creatividad. A mí las letras tampoco me gustan mucho. Estamos en un país demasiado violento como para echarle más. Pero volvemos a lo mismo: los veo auténticos, están haciendo algo de corazón. Y hay cosas buenas en la música, en los arreglos del guitarrón. Hay gente muy talentosa.
Me dijiste que algún día quieres hacer un dueto con Chris Martin. ¿Quién más está en tu lista?
Fíjate que el viernes pasado escuché a U2 en la Esfera y qué bien está cantando Bono. Qué bruto. Espléndido. Ese sería otro que podemos tirarle la onda a ver qué pasa. Bruno Mars también me encanta. Para el disco nuevo, no vamos a hacer muchos duetos, pero haremos unos dos o tres. Estamos escribiendo. Nuestro vicio es hacer música.