Cómo y cuánto cobran los productores de música hoy
“Quincy Jones lo dijo mejor”, explica Nile Rodgers: “El productor de un disco es como el director de una película”. Desde sus primeros créditos como productor en temas por Luther Vandross, Sister Sledge y Diana Ross, hasta sus trabajos más recientes con Beyoncé, Daft Punk y Coldplay, Rodgers es uno de los pocos productores que tiende puentes entre la concepción clásica del productor discográfico y el creador musical digital de hoy.
En el siglo XX, Rodgers y sus contemporáneos grabaron canciones en rollos de cinta pesados, dando vida a las visiones de artistas y compositores con su ornamentación, arreglos y destreza técnica. Aunque esto sigue siendo cierto para algunos productores, el oficio ha cambiado radicalmente. Con la llegada del nuevo milenio, las herramientas de grabación DIY (hazlo tú mismo) cada vez más poderosas, y el fiasco del negocio de la música a causa de la piratería hicieron que la grabación pasara de los estudios de lujo a los hogares de los músicos, cambios que democratizaron la figura del productor y desdibujaron las líneas entre los procesos de composición y grabación. La forma de remunerar a los productores también ha evolucionado, con mayores distinciones en el pago por género, tarifas iniciales muy variables y más posibilidades que nunca de obtener ingresos de publishing o edición.
Tarifas de producción
La forma de ingresos más fiable para los productores: una suma adeudada por su trabajo antes de que salga la canción. Las tarifas suelen comenzar alrededor de 15.000 dólares por hacer una canción para un artista de pop o de R&B/hip hop afiliado a un gran sello; un productor de nivel superestrella puede cobrar 75.000 dólares (o más), pero entre 30.000 y 40.000 dólares se considera un buen precio para alguien establecido y que trabaje con un artista de una disquera grande.
Cuando los productores trabajan en todo un álbum de canciones, es habitual reducir las tarifas por pista. “Pueden ser 30.000 dólares por las tres primeras canciones, 20.000 por las dos siguientes y 10.000 por la última”, dice Lucas Keller, fundador de la empresa de management de productores Milk & Honey.
Estos honorarios se pagan la mitad por adelantado y la otra mitad al momento de entrega de un álbum que la discográfica considere “comercialmente satisfactorio”. Mientras que la primera mitad es para el productor, la segunda es un anticipo por las regalías maestras obtenidas de la canción. Sin embargo, en la actual economía del streaming, muchas canciones no recuperan sus tarifas.
Los artistas independientes y/o aquellos con poco o ningún presupuesto para grabar a veces son más creativos a la hora de pagar a los productores lo que se les debe. En lugar de pagar una tarifa, “muchos productores reciben el 50% del dinero del master, ya sea a perpetuidad o hasta que el artista recupere los honorarios del productor”, dice Audrey Benoualid, socia de Myman Greenspan. Los productores también pueden recibir una tarifa inferior a los 15.000 dólares antes mencionados por su trabajo.
Porcentaje de regalías
Hoy en día es común ganar de dos a cinco puntos porcentuales de las regalías de un disco, comenzando con dos puntos para un debutante y de cuatro a cinco para un productor consolidado y con demanda. Esta cantidad se resta del porcentaje de la grabación que corresponde al artista; no se espera que los sellos cedan nada de su parte para compensar a un productor.
En raras ocasiones, una superestrella puede obtener entre seis y ocho puntos: Rodgers y su manager, Merck Mercuriadis, fundador y CEO de Hipgnosis, confirman que, de promedio, Rodgers gana seis puntos, pero cada canción se negocia por separado. Como explica Keller, las cosas pueden complicarse cuando hay dos productores implicados: “Digamos que dos productores importantes quieren cuatro puntos cada uno. Lo más probable es que no consigamos ganar ocho en total, así que, ¿qué tal si intentamos repartirnos seis puntos entre los dos?”
Derechos editoriales
Como los músicos modernos suelen componer y grabar sobre la marcha, la línea que separa al compositor del productor es más difusa que nunca. Muchos creativos que ahora se clasifican principalmente como productores también forman parte del proceso de composición, y estos ganan derechos editoriales además de honorarios y porcentaje de regalías.
“Antes, cuando se hablaba de compositor, se refería al que escribía la melodía, la letra y los acordes. Hoy, si tú creas el ritmo, como hacen muchos productores, también puedes ser considerado compositor”, afirma Mercuriadis.
Esto es especialmente cierto en el hip hop. Michael Sukin, abogado especializado en música que trabaja en el sector desde la década de 1970, atribuye al surgimiento del género gran parte de la redefinición de lo que hace un productor. Timmy Haehl, senior director of publishing de Big Machine en Los Ángeles, dice: “En el hip hop, la edición a veces se divide por la mitad: 50% para la línea vocal, 50% para la pista”. (En el pop y otros géneros, no hay una cantidad estándar de publishing que un productor-compositor pueda esperar; esa parte de la composición se negocia caso por caso).
Ingresos extra
Algunos productores pueden embolsarse ingresos adicionales a través de derechos conexos: regalías de interpretación por el lado de los masters en muchos países fuera de Estados Unidos. Sin embargo, esto es “para una grabación calificada o una persona calificada”, dice Benoualid. “No puedes ser ciudadano estadounidense, a no ser que grabes en Londres y el estudio aparezca acreditado en el álbum; entonces calificas para los derechos conexos allí”.
Los productores en Estados Unidos tienen derecho a percibir regalías similares (pero más limitadas) por la reproducción de sus masters en emisoras de radio digitales como SiriusXM, Pandora y otras transmisiones digitales no interactivas. SoundExchange se hace cargo de estos ingresos, pero los productores no tienen derecho a percibirlos a menos que los artistas con los que hayan trabajado pidan a SoundExchange que pague directamente a los productores parte de sus regalías.
Hoy en día, creadores de éxitos veteranos como Dr. Luke y Max Martin también pueden firmar a sus protegidos a acuerdos de producción o empresas conjuntas con editoras para obtener ingresos adicionales, lo que, como dice Keller, les permite “amasar un catálogo enorme con un valor empresarial real”. Haehl agrega que los productores más jóvenes, a cambio de parte de su dinero, consiguen conocer “gente de la red [de creadores veteranos] oportunidades especiales con artistas”.