Cómo El Guincho pasó de hacer música ‘muy freaky’ a producir para las chicas cool del pop
En una cuadra densamente ajardinada en Miami, a un tiro de piedra de la costa de la Bahía Biscayne, un dosel de banianos, palmeras reales y árboles bala finalmente da paso a una cueva. Al menos, así es como a Pablo Díaz-Reixa, el músico y productor conocido como El Guincho, le gusta describir su estudio casero en el área de Coconut Grove de la ciudad.
La cueva, una habitación oscura y achaparrada situada directamente bajo su dormitorio, es donde Díaz-Reixa pasa la mayor parte de sus momentos de vigilia. A veces, pasa allí 12 horas al día, pensando en posibles ritmos, jugueteando con la batería o escuchando pilas de discos de vinilo que guarda junto a la mesa de mezclas. “La sensación que tengo cuando yo estoy en el estudio, haciendo música, es incomparable”, me dice un día húmedo de septiembre en que visito su casa.
Sin embargo, al salir de su diminuto estudio, el espacio vital de Díaz-Reixa es amplio y decididamente nada parecido a una cueva. Con tragaluces repartidos por sus altos techos, su morada modernista exuda una sensación de calma incluso con los juguetes de su hijo pequeño esparcidos por todas partes. El lugar solía ser un templo budista, me cuenta, que el Dalai Lama bendijo por FaceTime antes de que pudiera convertirse en su hogar.
Aunque Díaz-Reixa echa de menos la antigua casa de Barcelona donde vivió por años, que él y su esposa cambiaron por este enclave de Miami en 2021, vivir en el sur de Florida le viene bien. Las influencias cubanas de aquí le recuerdan al lugar donde creció, en las Islas Canarias, situadas frente a la costa noroeste de África. Prefiere un barrio tranquilo como este al brillo sobrestimulante de South Beach, un giro adecuado para un hombre cuyo seudónimo de productor hace referencia a un ave rapaz propensa a anidar en el mismo lugar acogedor durante años. La proximidad de Miami a Europa y otras grandes ciudades estadounidenses para la música, como Nueva York y Los Ángeles, no le viene mal. Pero vivir en este entorno frondoso ha sido una bendición para el productor en otros sentidos. “Cuando tienes algo amplio, grande, con vista, pues piensas más grande”, dice el músico de 40 años mientras bebe lentamente una taza de café negro y se relaja en un sofá modular de tonos tierra.
Si no fuera porque mencionó de pasada que se está preparando para sesiones de estudio más tarde ese día con cierto artista (no dice quién), parece un padre de la zona como cualquier otro que va de pantuflas en casa, robando momentos dentro de las exigencias del cuidado de los niños para jugar con canciones en Ableton. La diferencia es que Díaz-Reixa es un superproductor que trabaja con frecuencia junto a artistas que desafían los géneros musicales y cambian la cultura, incluidos Björk, Rosalía, FKA Twigs y Charli XCX, y músicos pop latinos poco convencionales como Kali Uchis y Nicki Nicole.
Un exmúsico independiente con una propensión a hacer música “muy innovadora, muy freaky, muy rara”, como dice él, a mediados y finales de la década de 2000, Díaz-Reixa es ahora uno de los productores pop más solicitados, especialmente entre los artistas que buscan tomar riesgos creativos. Con un oído para sonidos claramente extravagantes, la producción poco convencional de Díaz-Reixa está catalizando la transformación del pop en algo más amorfo e idiosincrásico. “Creo que sabe cómo llevar las canciones a un lugar verdaderamente único al yuxtaponer sonidos duros y suaves”, dice Camila Cabello, quien trabajó con Díaz-Reixa en cada canción de su álbum de 2024, C, XOXO. “Productores como él realmente hacen mi música pop favorita: audaz y fresca”.
La ética de Díaz-Reixa para producir música, pop y de otro tipo, está influenciada tanto por sus oídos abiertos como por su aislamiento. “Yo creciendo en Canarias no tenía muchos medios”, dice. “Entonces para mí la manera de escuchar música nueva era hacerla yo”. Mientras crecía en Las Palmas de Gran Canaria, una de las dos capitales del archipiélago, escuchaba salsa, música africana y otros géneros que se fusionaban allí en ese momento. Su abuela, una pianista talentosa, le enseñó a leer música cuando era un niño, pero no era muy didáctica al respecto. Esas lecciones desbloquearon algo en él, al igual que su hambre de escuchar más de cualquier cosa, de todo, ya que no tenía fácil acceso a las radios top 40 ni a una gran cantidad de tiendas de discos en las Islas Canarias.
De adolescente, tocaba ritmos punk y hip-hop en la batería, y por entonces comenzó a experimentar con grabaciones él mismo, principalmente ritmos inspirados en Neptunes que había improvisado y loops que hizo en casetes. “Siempre tuve mucha curiosidad de como era mi proceso de grabación, sin saber que era un productor o ingeniero”, dice. Aun así, siempre supo que quería trabajar en la música de alguna manera. “Lo tuve siempre muy claro. Lo decía y la gente siempre se reía de mí en mi isla”.
Finalmente, Díaz-Reixa se mudó a Barcelona. Por esa época, tocó en solitario como El Guincho en un club underground de Madrid (con un sampler, un micro y un tom de suelo con un disparador electrónico a cuestas) que cambió su vida. Young Turks (ahora Young)/XL Recordings, el sello británico que marca tendencia y alberga a artistas como Radiohead y The xx, se puso en contacto con él en Myspace y poco después firmaron un contrato discográfico, gracias a ese concierto en particular. Comenzó a hacer giras por el mundo y en 2008 lanzó su segundo álbum, Alegranza!, una mezcla vanguardista de tropicália, afrobeats, voces en bucle y otros sonidos.
Aunque encontró un público cada vez mayor, especialmente en Australia, Estados Unidos, Reino Unido y México, Díaz-Reixa se sentía como un extraño incluso en el apogeo del indie-pop creativo de mediados y finales de la década de 2000. “No había un espacio para mí ni en esa música ni con el hip-hop, porque las temáticas que yo tocaba no eran hip-hop”, dice. “Hablaba de amor, hablaba de otro tipo de cosas. De identidad. Entonces yo tenía como una especie de limbo como artista. No sabían dónde ponerme en festivales”.
En 2010, poco después de lanzar su tercer álbum, Pop Negro, Díaz-Reixa recibió una llamada de la música islandesa Björk. Ella quería trabajar con él en su próximo álbum, Biophilia, por lo que Díaz-Reixa viajó de Barcelona a Nueva York. Durante ese proceso, Björk dijo algo que lo dejó atónito. “Me decía [que] yo era productor”. Eso no le sentó del todo bien a Díaz-Reixa, quien recuerda haber pensado: “Soy un artista”. Por esa época, a su madre le diagnosticaron cáncer y en 2012, el mismo año en que firmó un contrato editorial con Warner Chappell Music, regresó a las Islas Canarias, donde pasó poco más de dos años con ella hasta que murió.
Cuando Díaz-Reixa volvió a Barcelona y a la música después de varios años de pausa, empezó a reevaluar su carrera y se dio cuenta de que Björk tenía razón: su destino era ser productor, no artista. “En verdad, tenía sentido lo que decía porque la parte que yo más he disfrutado es hacer canciones”, afirma. “Me gustaban los shows, la conexión. Pero es verdad que la sensación que tengo cuando estoy en el estudio, haciendo música, es incomparable. Y creo que mi verdadero calling (llamado) es pasar el mayor tiempo posible en el estudio, y el menor tiempo posible en todas los otros duties (deberes) como artista: las promociones, hacer dos entrevistas cada día de la semana, la gira”. Después de eso, armó un nuevo álbum, Hiperasia, que utilizó para “explorar mis skills (habilidades) como productor y ver como quién iba ser como productor”, dice. “Lo usé como una especie de escuela”.
Unos años más tarde, una artista que conocía en Barcelona, Rosalía Vila Tobella, lo invitó a verla actuar en un bar flamenco, o tablao. Ella cantaba clásicos y estaba acompañada por un guitarrista, y recuerda que le impresionó la forma en que dominaba la pequeña sala, ofreciendo el tipo de espectáculo que no desentonaría en un estadio enorme. Pero cuando Rosalía más tarde se puso en contacto con Díaz-Reixa para colaborar, al principio él se mostró reacio. “Obviamente la veía como tremendo talento, pero no como que algo podría aportar yo”, dice. “Era muy tradicional, de un estilo de música del que yo era muy ignorante. Entonces para mí era como… ¿cómo me ubico aquí?” Sin embargo, una vez que los dos se conocieron, hicieron clic y comenzaron a hacer música juntos de manera informal.
Esas reuniones llevaron a Díaz-Reixa a ayudar a Rosalía a coescribir su asombrosamente original álbum de 2018, El Mal Querer, que también produjo en su totalidad. Se niega a comentar más específicamente sobre lo que impartió en esas sesiones, pero después del éxito del álbum, y cuanto más seguía produciendo, se dio cuenta de que el aislamiento de su juventud se tradujo en una gran fortaleza en el estudio, en el sentido de que ve cosas que la mayoría pasan por alto. “No soy el mejor instrumentista o cantante”, dice. “Pero sí tengo esa pequeña cosa de que me estoy dando cuenta de algo se que más tarde va aparecer en la sesión”.
Esa sensibilidad se refleja en cómo, por ejemplo, podría sugerir un sample de Gucci Mane para una canción de Cabello, lo cual hizo para un fragmento que terminó afianzando “I LUV IT” de la estrella del pop. O la forma en que subvierte la estructura tradicional de la canción. “Siempre busco como que el elemento de sorpresa llegue muy pronto en la canción”, explica. “No tienes que esperar 40, 50 segundos hasta el hook“. Cabello, fan del trabajo de Díaz-Reixa con Rosalía, dice que descubrió en el estudio que Díaz-Reixa “agrega esa calidad de un sabueso en busca de algo mágico, y no se conforma con nada menos”.
Si bien le gusta colaborar en álbumes completos como El Mal Querer y C, XOXO, Díaz-Reixa todavía disfruta trabajando con artistas en canciones individuales. Recientemente colaboró con Charli XCX en “Everything is Romantic”, una canción arrolladora de su álbum (y fenómeno cultural) brat. Como cuenta Díaz-Reixa, Charli ya tenía la campaña de brat cuidadosamente definida cuando, aproximadamente a la mitad de completar el álbum, vino a Miami durante una semana para grabar con él. Charli tenía una idea clara sobre lo que quería que fuera esta canción en particular: “Estaba en Italia con su pareja y tenía ganas de reflejar”, dice. “Y tenía algo escrito, pura letra”. Agrega que ella buscaba una apertura “grandiosa” para la melodía, y a partir de allí Díaz-Reixa rápidamente armó el ritmo en A2F Studios, donde se creó “Everything is Romantic”, junto con algunas otras pistas que no quedaron en la versión final.
Independientemente del proyecto, Díaz-Reixa considera que su trabajo como productor consiste en encontrarse con los artistas en el lugar en el que se encuentran. “Hay artistas que tienen tremenda visión y tremenda cualidades para ejecutar esa visión, pero no tienen manera de convertir la visión en música”, afirma. “Otros artistas tienen muchas cualidades como músicos, pero a lo mejor les falta un poco de visión. Como de claridad. Como productor, cualquier colega mío te lo dirá, lo que tenemos que hacer justo es escuchar”.
Las codiciadas habilidades de producción de Díaz-Reixa y sus constantes colaboraciones con artistas que empujan los límites son especialmente significativas dado que, por un tiempo, fue un poco extraño en la industria. Se mantuvo fiel a sus instintos para elevar la música que era importante para él (reggaetón, música africana y música electrónica poco convencional) durante años, aunque el mundo tardó un tiempo en ponerse al día con él. “Yo hacía música como rara, extraña, indie”, dice. “No había espacio para gente haciendo música en español con todas influencias. Y de repente, diez años después, eso es el mainstream hoy en día. Como que de repente todo el mundo bajó la guardia y dijo, ‘No, no, todas estas músicas pueden ser valiosas y pueden ser partes de una canción de dos minutos y medio que encante al mundo’”.
Su paciencia ha dado sus frutos. El trabajo de producción de Díaz-Reixa le ha valido hasta ahora cinco Latin Grammys y un Premio MTV a los Videos Musicales por “Con altura”, una colaboración de Rosalía y J Balvin. Está ayudando a orientar a los siete escritores-productores contratados por su sello, Rico Publishing. Todavía no ha vendido su catálogo de producción, aunque se le han acercado al respecto. “No me interesa”, dice. “No es algo que por ahora lo vea. Cuando eres padre ves un futuro también”, agrega, explicando que tal vez su hijo podría encargarse de administrar el catálogo algún día. Y hay más proyectos (secretos) en marcha. Pero en este punto, Díaz-Reixa insiste en que no hay ningún proyecto o premio en particular en su lista de deseos.
“Realmente, el mayor premio de hacer música es seguir haciendo música”, dice. “Mi goal (meta) es mucho más artesanal. Me encanta el proceso, me encanta hacer música, y quiero seguir dedicándome a la música. Estar en el misterio de la música y vivir en ese misterio”.
Este artículo apareció en inglés en el número de Billboard del 5 de octubre.